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Cosas de "El Caso", 3
(demasiado antiguo para responder)
Sapristi
2005-04-20 09:27:41 UTC
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Espero una vez más, queridos míos, que la agilísima péndola de nuestro audaz
reportero os hagan atractivas sus crónicas de pasiones desatadas y
violentas. (La de hoy es güena, güena, güena... Hala, ahí va):



EL "K.O." MORTAL DE VICTORIO OCHOA
(de nuestro corresponsal José María de Vega para "El Caso")


El apellido Ochoa encarnaba una fabulosa dinastía de luchadores. Desde que
se empezara a practicar en España la lucha libre y la grecorromana, hubo
siempre un Ochoa a la cabeza de los cada vez más populares deportes.

Hijo y nieto de campeones, Victorio Ochoa, a sus cuarenta y un años -que era
los que contaba en el momento de su muerte- era también un gran campeón. Por
cinco veces lo había sido de España y en dos ocasiones ostentó el título
europeo, que perdió no por sufrir derrota alguna, sino porque no quiso
revalidarlo, ya que sus negocios particulares le impedían dedicarse a la
lucha con la asiduidad que era menester. De todas maneras seguía
combatiendo, y el nombre de El León Navarro, con el que se le conocía
profesionalmente en los carteles, era una garantía de lleno absoluto en
cuantas veladas participase.

Victorio Ochoa tenía, en unión a sus dos hermanos, Francisco y Luis, un
próspero negocio de transportes. Concesionarios de la línea regular de
autobuses que une Vitoria con Pamplona, tenían su domicilio social en esta
última capital, donde vivían Luis y Francisco y adonde acudía Victorio "a
echarles una mano" siempre que se lo permitían sus contratos de luchador,
que le tenían constantemente viajando de un extremo a otro de España.

Pero cuando no faltaba nunca Victorio Ochoa era cuando, a principios de
julio, unos días antes de San Fermín, se celebraban las fiestas de Urdiaín,
su villa natal, a dos kilómetros de Alsasua. Allí tenía su hogar; allí le
esperaban siempre su esposa, doña María Celaya, y sus tres hijos: dos
varones, de doce y ocho años, y una nena de diecisiete meses. Allí estaba
también su madre, la viuda del famoso Javier Ochoa. Era un hogar donde
reinaba la felicidad y al que acudía ilusionado Victorio entre combate y
combate de lucha libre.

Aquel año de 1960 no podía ser una excepción. El sábado 2 de julio peleó en
el madrileño Campo del Gas con el campeón del mundo, Pedro Catarecha, con el
que hizo combate nulo. Al día siguiente habló con su representante don Luis
Bamala, a quien manisfestó que quería marcharse aquella misma tarde a
Urdiaín, ya que el lunes empezaban las fiestas y él nunca se las había
perdido. La amistad entrañable que unía a los dos hombres facilitó el viaje
y la sustitución de Victorio en los carteles de dos combates que debía
celebrar a través de la semana siguiente.

Llegó, pues, el luchador, el domingo por la tarde a su casa de Urdiaín,
donde fue recibido con la natural algazara. Descansó aquella noche y durante
casi todo el lunes, y al acabarse la tarde de este último día -4 de julio-
su mujer le rogó que la llevase, en unión de su hermana, al pueblo, que
ardía en fiestas. Accedió Victorio complacido, y en una furgoneta de su
propiedad -que empleaban en el negocio de transportes- salió el matrimonio
juntamente con su hijo mediano y la hermana de doña María.

Recorrieron todos los puestos y casetas de la feria. La popularidad de
Victorio Ochoa, que tenía amigos en todas partes, su carácter abierto y
cordial, les hicieron pasar una noche agradabilísima, hasta tal punto que
eran ya cerca de las tres de la madrugada cuando pensaron en emprender el
regreso a casa, en la misma camioneta.

Algunos amigos de Victorio, sin embargo, le habían advertido varias veces
durante la noche:

-Ten cuidado, porque por ahí anda Miguel, que dice que tiene una cuenta
pendiente contigo y con tu familia y que piensa hacer un escarmiento.

El luchador se encogía de hombros y contestaba sonriente a quienes así le
avisaban:

-No os preocupéis. Ni yo tengo nada contra Miguel ni creo que él tenga nada
contra nosotros.

¿Quién era este Miguel? Van a saberlo muy pronto nuestros lectores.

****

Miguel Lizárraga Goicoechea, carpintero, de treinta y ocho años de edad, era
la contrafigura de Victorio Ochoa. Todo lo que tenía éste de simpático y
jovial lo tenía aquél de huraño y reconcentrado. Era un resentido, acaso
porque no había encontrado nunca una moza que lo quisiera. También los
vecinos de su edad le huían y esquivaban su compañía, conocedores de su
desagradable carácter.

Este resentimiento de Miguel Lizárraga se tradujo en un odio mortal hacia
Victorio Ochoa, que había conseguido en la vida todo lo que él no podría
lograr nunca: un hogar feliz, unos amigos sinceros, una fortuna saneada y
una fama bien ganada con sus músculos.

Una hermana de Miguel estaba casada con Luis Pozueta, un hombre de treinta y
cinco años, también de Urdiaín. No era Luis mala persona, ni mucho menos;
pero tenía un carácter débil que le convertía en un juguete en manos de su
cuñado. Todo lo que a éste le parecía bien, bien le parecía a Luis; los
amigos de Miguel eran los amigos de Luis, y los enemigos de Miguel -el
primero de ellos, el campeón Ochoa- pasaban automáticamente a ser odiados
por el débil Luis.

****

Trazada ligeramente la semblanza de nuestros principales personajes, diremos
ahora que cuando Victorio Ochoa enfiló el rumbo de la furgoneta camino de su
casa, los faros del vehículo alumbraron a dos individuos que le hacían señas
imperiosas para que se detuviera. Eran Luis Pozueta y Miguel Lizárraga.

Frenó Victorio el coche y se apeó, decidido a terminar de una vez con aquel
equívoco que andaba en boca de todo el vecindario de Urdiaín y al que tan
ajeno se sentía él. Decidido, avanzó hacia los dos hombres, mientras
exclamaba:

-Bueno, chicos, ¿qué os pasa con mi familia? ¿Qué queréis de mí?

No había andado más que unos pocos pasos, cuando María, la esposa de
Victorio, saltó a su vez velozmente del coche y le gritó a su marido:

-¡Cuidado, Victorio, que Miguel lleva una navaja!

El luchador hizo un movimiento para esquivar la agresión de Lizárraga, pero
al ladearse, Luis Pozueta, que llevaba otra navaja emplamada en la mano, le
asestó con ella un tremendo golpe que le perforó el hígado. Intentó
defenderse El León Navarro, pero una nueva puñalada, esta vez dirigida al
cuello, dio con él en tierra, mientras la sangre brotaba a borbotones de la
abierta herida.

Gritaban la mujer y la cuñada de Ochoa, y unos vecinos que acudieron
rápidamente trasladaron al herido en su propia furgoneta a la clínica del
doctor Villareal, en Alsasua, donde falleció nada más ser colocado en la
mesa de operaciones.

Mientras tanto, la Guardia Civil detenía al asesino y a su supuesto cómplice
e inductor, que fueron prontamente puestos a disposición de la autoridad
judicial competente.

****

Ni que decir tiene que la impresión que produjo en toda España la muerte del
noble campeón de lucha libre fue más acusada en la región navarra, donde lo
sucedido aquella víspera sangrienta de los sanfermines causó honda
consternación. Todavía duraba la indignación popular cuando casi un año más
tarde, el 24 de junio de 1961, se celebraba en la Audiencia Provincial de
Pamplona la vista de la causa contra Luis Pozueta y Miguel Lizárraga.

Solicitaba el fiscal para el primero la pena de quince años de reclusión
menor y una indemnización de 100.000 pesetas a los familiares de la víctima,
como autor de un delito de homicidio. En cuanto a Lizárraga, retiró su
acusación eximiéndole de toda responsabilidad en el suceso.

Para el acusador privado no era homicidio, sino asesinato, el hecho que se
estaba juzgando. Tuvo duras frases condenatorias para la cobardía de los dos
procesados y pidió para cada uno de ellos la pena de treinta años de
reclusión mayor y una indemnización de 500.000 pesetas.

El abogado defensor calificó los hechos de una vulgar reyerta, y solicitó la
libre absolución de sus patrocinados.

La sentencia, hecha pública unos días después, consideraba a Luis Pozueta
Goicoechea como autor responsable de un delito de homicidio con las
circunstancias atenuantes de haber mediado provocación por parte del
ofendido y de no haber querido causar un mal de tanta gravedad, y le
condenaba a la pena de cuatro años, dos meses y un día de prisión menor y a
pagar una indemnización de 100.000 pesetas a los herederos de la víctima. A
Miguel Lizárraga le absolvían del delito de homicidio y ordenaban su
inmediata libertad, si bien se disponía quedara retenido a disposición del
gobernador civil de Navarra a efectos de observación e internamiento en un
establecimiento psiquiátrico de la provincia.

Doña María Celaya, la viuda de Ochoa, recurrió ante el Supremo, que juzgó el
recurso a fines de aquel mismo año 61. Pero la sentencia del alto Tribunal
no hizo sino confirmar en todas sus partes el fallo de la Audiencia
pamplonica.

Y así fue como, a pocos metros de su casa natal de Uriaín, en una madrugada
de julio, en vísperas de los sanfermines, fue puesto definitivamente k.o.
Victorio Ochoa, El León Navarro.


(¿Qué? ¿Era güena o no era güena? Y ojito porque ya tengo en preparación el
desopilante caso "¿Dónde están las gallinas?" Algo soberbio).
:-)
Manuel Molina
2005-04-20 09:39:27 UTC
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Post by Sapristi
Espero una vez más, queridos míos, que la agilísima péndola de nuestro audaz
reportero os hagan atractivas sus crónicas de pasiones desatadas y
(¿Qué? ¿Era güena o no era güena? Y ojito porque ya tengo en preparación el
desopilante caso "¿Dónde están las gallinas?" Algo soberbio).
:-)
Vaya recuerdos que me trae este reportaje del caso!. Junto a Ochoa,
Manuel Molina
2005-04-20 10:44:05 UTC
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Post by Sapristi
Espero una vez más, queridos míos, que la agilísima péndola de nuestro audaz
reportero os hagan atractivas sus crónicas de pasiones desatadas y
(¿Qué? ¿Era güena o no era güena? Y ojito porque ya tengo en preparación el
desopilante caso "¿Dónde están las gallinas?" Algo soberbio).
:-)
Vaya recuerdos que me trae este reportaje del Caso!. Junto a Ochoa, estaban
"el tigre Americano, Tarrés cabeza de hierro, y como promotor en el Gas y las
matinales domingueras en el Price Federico Volpini, uno de cuyos hijos tambien
le daba a la libre americana. ¿ Y no hubo en la teletonta tambien otro Volpini?
¿¿No sería este a quien aludo?. Pero hace medio siglo o más y vete tú a saber.
Lope
Diego
2005-04-20 12:03:23 UTC
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Todo lo que tenía éste de simpático y jovial lo tenía aquél de huraño y
reconcentrado. Era un resentido, acaso
porque no había encontrado nunca una moza que lo quisiera.

Qué arte, por Dios, que arte. A ver si encuentro un recorte que tenía de un
periódico y lo transcribo. El autor seguro que era "fan" de los de El Caso.
Blanca Barojiana
2005-04-21 17:00:19 UTC
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Azucena Paradox
2005-04-23 22:38:29 UTC
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Post by Sapristi
eran ya cerca de las tres de la madrugada cuando pensaron en emprender el
regreso a casa, en la misma camioneta.
Algunos amigos de Victorio, sin embargo, le habían advertido varias veces
-Ten cuidado, porque por ahí anda Miguel, que dice que tiene una cuenta
pendiente contigo y con tu familia y que piensa hacer un escarmiento.
Dios mío, pero esto es un clásico, mira:

"Que de noche le mataron
al caballero:
la gala de Medina,
la flor de Olmedo."

:-DDDD Rediez.

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