gsmiga
2007-06-18 17:10:31 UTC
Ciertamente la opinión de los autores judíos sobre Jesús de Nazaret no es bue
na. El análisis de las fuentes rabínicas es coincidente en señalar que se
desviaba claramente de los rituales religiosos de la época. Sin embargo, coin
ciden en las afirmaciones capitales hechas en los Evangelios. El Talmud reco
noce que se proclamó Dios y señala que anunció que volvería por segunda vez
(Yalkut Shimeoni 725). Lo que contradice la afirmación de que los que idearon
estas doctrinas fueron los primeros cristianos, sostenida en la actualidad
por la moderna crítica. También se cita la relativa importancia que Jesús da
ba a la Torá, y se le acusa específicamente de devaluar la Ley Mosaica, lo
que le habría convertido en un falso maestro y en merecedor de la pena capi
tal. Y éste enfrentamiento de Jesús con los fariseos, explica que en algún pa
saje del Talmud (Guit. 56b-57a) se le sitúe en el Infierno, en medio de excre
mentos en ebullición. Pero esto viene a concordar con la afirmación evangéli
ca de que "La Ley ha sido hecha para el hombre, y no el hombre para la Ley".
El Toledot Ieshu, obra judía anticristiana, cuya datación es medieval, insis
te en los aspectos denigratorios de la figura de Jesús, aúnque no se niegan
los rasgos esenciales de los Evangelios, sino que se analizan bajo distinto
prisma. Visión negativa que se ha mantenido constante en el judaísmo hasta
el siglo XIX.
Cuestión interesante es la relativa a la muerte de Jesús, que la crítica moder
na quiere atribuir a los romanos, pero que el Talmud desmiente completamente,
al reconocer-igual que en los Evangelios-que las autoridades judías acusaban
a Jesús de "extraviar al pueblo", y que fueron las que pidieron al poder romano
su ejecución. En Sanh. 43a. se establece claramente la responsabilidad de ésas
autoridades y se afirma que fué "colgado"-en referencia a la cruz-la víspera
de Pascua. Otra coincidencia con las Escrituras.
También se reconoce que "obró milagros" en el Talmud, aúnque dice que eran
obra de hechicería (Sanh.107; Sota 47b; J.Hag.II,2) pero ni los niega ni los
relativiza. Y de la misma forma reconoce que un importante sector de desposeí
dos del pueblo judío le seguían y admiraban; por eso afirma que "sedujo a Is
rael" (Sanh.43a). Y ésto último tiene gran valor, porque señala directamente
la relación que tiene la ejecución de Jesús, con el temor de las clases "es
tablecidas" a una posíble revolución popular.
Como excepción a la tónica judaica contra Jesús, cabe señalar que, en algún
pasaje del Talmud, se reconoce-con la boca pequeña-el valor de algunas enseñan
zas de Jesús, (Av.Zar.16b-17a; T.Julin II,24).
Bien, la verdad es que la literatura rabínica al respecto, introduce un factor
muy poco citado por la crítica a favor de la existencia histórica de Jesús.
Al igual que en los Evangelios se reconoce su existencia, su predicación, sus
milagros, y las "desviaciones doctrinales" acerca de la observancia de la Ley;
y, además, se reconoce que tenía seguidores suficientes como para ser tenido
en cuenta como un "conductor de masas". Por último se justifica la "necesidad"
de su ejecución a la vista de las autoridades judías, que fueron sin ningún
género de dudas, según el Talmud, las que promovieron su procesamiento y poste
rior condena capital.
Y si todo esto lo cuentan sus enemigos, es lógico pensar que no debe descartar
se, a priori, la autenticidad de los relatos evangélicos atribuyéndolos a ima
ginaciones piadosas o interesadas de sus seguidores.
na. El análisis de las fuentes rabínicas es coincidente en señalar que se
desviaba claramente de los rituales religiosos de la época. Sin embargo, coin
ciden en las afirmaciones capitales hechas en los Evangelios. El Talmud reco
noce que se proclamó Dios y señala que anunció que volvería por segunda vez
(Yalkut Shimeoni 725). Lo que contradice la afirmación de que los que idearon
estas doctrinas fueron los primeros cristianos, sostenida en la actualidad
por la moderna crítica. También se cita la relativa importancia que Jesús da
ba a la Torá, y se le acusa específicamente de devaluar la Ley Mosaica, lo
que le habría convertido en un falso maestro y en merecedor de la pena capi
tal. Y éste enfrentamiento de Jesús con los fariseos, explica que en algún pa
saje del Talmud (Guit. 56b-57a) se le sitúe en el Infierno, en medio de excre
mentos en ebullición. Pero esto viene a concordar con la afirmación evangéli
ca de que "La Ley ha sido hecha para el hombre, y no el hombre para la Ley".
El Toledot Ieshu, obra judía anticristiana, cuya datación es medieval, insis
te en los aspectos denigratorios de la figura de Jesús, aúnque no se niegan
los rasgos esenciales de los Evangelios, sino que se analizan bajo distinto
prisma. Visión negativa que se ha mantenido constante en el judaísmo hasta
el siglo XIX.
Cuestión interesante es la relativa a la muerte de Jesús, que la crítica moder
na quiere atribuir a los romanos, pero que el Talmud desmiente completamente,
al reconocer-igual que en los Evangelios-que las autoridades judías acusaban
a Jesús de "extraviar al pueblo", y que fueron las que pidieron al poder romano
su ejecución. En Sanh. 43a. se establece claramente la responsabilidad de ésas
autoridades y se afirma que fué "colgado"-en referencia a la cruz-la víspera
de Pascua. Otra coincidencia con las Escrituras.
También se reconoce que "obró milagros" en el Talmud, aúnque dice que eran
obra de hechicería (Sanh.107; Sota 47b; J.Hag.II,2) pero ni los niega ni los
relativiza. Y de la misma forma reconoce que un importante sector de desposeí
dos del pueblo judío le seguían y admiraban; por eso afirma que "sedujo a Is
rael" (Sanh.43a). Y ésto último tiene gran valor, porque señala directamente
la relación que tiene la ejecución de Jesús, con el temor de las clases "es
tablecidas" a una posíble revolución popular.
Como excepción a la tónica judaica contra Jesús, cabe señalar que, en algún
pasaje del Talmud, se reconoce-con la boca pequeña-el valor de algunas enseñan
zas de Jesús, (Av.Zar.16b-17a; T.Julin II,24).
Bien, la verdad es que la literatura rabínica al respecto, introduce un factor
muy poco citado por la crítica a favor de la existencia histórica de Jesús.
Al igual que en los Evangelios se reconoce su existencia, su predicación, sus
milagros, y las "desviaciones doctrinales" acerca de la observancia de la Ley;
y, además, se reconoce que tenía seguidores suficientes como para ser tenido
en cuenta como un "conductor de masas". Por último se justifica la "necesidad"
de su ejecución a la vista de las autoridades judías, que fueron sin ningún
género de dudas, según el Talmud, las que promovieron su procesamiento y poste
rior condena capital.
Y si todo esto lo cuentan sus enemigos, es lógico pensar que no debe descartar
se, a priori, la autenticidad de los relatos evangélicos atribuyéndolos a ima
ginaciones piadosas o interesadas de sus seguidores.